Las repercusiones emocionales del aislamiento

La Lic. Nadia Moyano analiza cómo afecta el contexto actual a las familias y, especialmente, a los más chicos.

El aislamiento social preventivo obligatorio que en nuestro país lleva ya más de 100 días es sin lugar a dudas uno de los mayores desafíos para nuestra sociedad. Afecta a grandes, chicos y adultos mayores sin distinción pero lo que sí podemos empezar a observar y analizar son las diferencias en las manifestaciones en cada grupo etario.

Las familias con niños y padres que trabajan vieron, desde el primer anuncio de esta medida, su vida revolucionada. La dinámica familiar, que cuando ambos padres trabajan fuera del hogar (porque el trabajo en casa también es trabajo solo que no es remunerado), suele ser una suerte de rompecabezas en el cual ambos padres acuerdan tiempos dedicados a  los niños  de la noche a la mañana desapareció para dar lugar a una dinámica que implica estar en el hogar y  trabajar allí mismo.  Esto nos enfrenta a una dualidad: estar– no estar.  Hasta este momento, los padres al “irse “a trabajar se ausentaban emocional y físicamente y este lugar vacante lo tomaba para el niño otra persona. Hoy en día los niños  “ven” a sus padres cerca pero a la vez no cuentan al 100% con ellos ya que están “intentando” dar respuesta a las exigencias laborales.

Hay muchos condimentos que pueden atenuar o agregar tensión a este tema: la dimensión del hogar, las comodidades, la cantidad de integrantes de la familia, etc. Los niños, especialmente los pequeños requieren una cuota de desgaste de energía mayor, expresan mucho de los que les sucede corporalmente, se vinculan también primeramente en este lenguaje por lo que, las rutinas de plaza post jardín, primeros grados de primaria suelen ser un constante en las familias buscando que los niños socialicen y además “movilicen dicha energía”. Hoy,  y no sabemos hasta cuando, esto no es posible por lo que nos encontramos con niños pequeños encerrados en departamentos sin patio, sin balcón y con ambos padres teniendo que dar respuesta a la demandas laborales. Este escenario es, sin ninguna duda, desgastante y tensionante. Los niños pasaron de encontrarse con sus compañeritos en el jardín  o en la plaza a “verlos” por zoom, de pasear con los abuelos y tomar un helado a tener una videollamada con ellos. Esto es duro, es difícil.

Si bien los niños nos sorprenden por su gran capacidad de adaptación, tal como lo están demostrando en esta situación también, hay que prestar atención más que nunca a lo que les pasa. Su forma de comunicar la tensión, malestar, angustia, miedo, ansiedad es mediante berrinches, caprichos, llantos, gritos,  excitación motriz.  En esta situación excepcional, hay muchos niños que controlaban muy bien esfínteres, que han vuelto a hacerse pis encima, vuelto a los pañales, otros que dormían solos en su habitación, regresaron a la habitación de los padres. Esto, es lo que conocemos como regresiones. La situación los angustia, los agobia y tal como decía antes, los niños más que hablar, hacen, actúan. Por supuesto que los más grandes pueden ir verbalizando en mayor medida. En estos casos será muy bueno acompañar, escuchar, compartir también con ellos lo que a nosotros como padres nos está pasando (por supuesto en un lenguaje sencillo, entendible para ellos y  sin inundarlos con problemas de adultos), darles la seguridad que como familia nos estamos acompañando, que es difícil pero que seguramente tendremos muchos aprendizajes producto de esta situación.

Los adolescentes y estudiantes de secundaria y universidad están más preparados para afrontar la  educación virtual. Tiene recursos y herramientas diferentes. Los niños pequeños, si bien pueden estar acostumbrados a las pantallas, por ver en mayor o menor medida algunos programas, dibujitos, etc., no es lo mismo esto que “ver“ a la maestra y a los amigos a través de la computadora y no poder tocarlos, abrazarlos, pedirles un juguete, correr juntos. 

Para que esto funcione es muy importante que haya una muy buena comunicación entre la familia, los docentes y la institución escolar para que las clases no supongan aumentar la tensión en casas donde ya hay bastante. Esto es especialmente importante para preescolar  y los primeros de la primaria ya que los contenidos, nada más ni nada menos que el aprendizaje de la lectoescritura, ya de por sí son desafiantes para niños todavía pequeños.

En relación a las familias, una rutina que contemple ciertos momentos destinados al ocio, a las actividades escolares, etc.,  pero que sea flexible en función de las necesidades de la familia es importante. Desde la institución educativa, es importante anticipar las temáticas a abordar, los materiales que serán necesarios para llevar adelante las actividades (entendiendo que sea todo lo más simple posible en estos momentos)  y entender que los tiempos de atención de los niños son acotados. En la medida de lo posible, hacer grupos reducidos y alguna vez por semana juntar a todo el aula especialmente con el fin de socializar, “verse”, compartir.  

Para los padres, tener en cuenta que el niño puede “no querer” algún día hacer el zoom. Intentar hablarle, preguntarle, llegar al motivo detrás de esa negativa. Lo mismo vale cuando se niegue a hacer alguna actividad ya sea porque no le interesa o “no tiene ganas”.  Recogiendo testimonios, me parece interesante  éste que  relata la madre de Felipe de 3 años: “En el jardín, los chicos siempre se saludan con la misma canción “olas que vienen, olas que van, hola fulano, como te va?”... a lo que suelen responder “bieeeeeen” ( a los gritos).. bueno, desde que empezaron los zoom, cada vez que lo saludan a él se pone serio y se queda callado.. No decía nada más sobre eso, hasta que un día me contó que no tiene ganas de saludar x zoom.. que el día que vuelva a su salita en el jardín, va a contestar muy contento, pero mientras tanto no... desde ese día que lo charlamos, se lo cuenta a tooodo el mundo! Incluso lo aclaró en un zoom.“

La tensión y angustia de no poder hacer “vida normal” afecta el ánimo y los niños tienen menos tolerancia a la frustración que los adultos, por lo tanto, si lo que le proponen no los convoca, esto sumado al enojo y frustración por no poder hacer “lo que quiere” puede desembocar en este tipo de escenarios. 

El futuro es incierto, esto es así en gran medida, pero la cuarentena en la que estamos inmersos intensifica la sensación de incertidumbre a niveles impensados y para los seres humanos la incertidumbre es muy incómoda. Nos acostumbramos a tener cierta previsibilidad, rutinas que nos ordenan, nos dan seguridad y certeza. La salida de este aislamiento  deberá sin dudas ser muy gradual y acompañada,  hacer una readaptación al jardín, al colegio, a los trabajos, a la “vida normal”, que no será la que conocimos, porque todo esto dejará una marca en cada uno de nosotros. En algunos esa marca será más fuerte que en otros y esto será en gran medida por las herramientas emocionales y cognitivas que tengamos para afrontarla. 

Lic. Nadia Moyano, mamá, psicóloga y docente universitaria.