Falsas creencias vinculadas con el aprendizaje

Aquí exploramos algunos neuromitos.

La neurodidáctica, que estudia cómo aprende el cerebro, está modificando aspectos vinculados a cómo educar en los colegios. Ya en el 2010, un equipo de investigadores del Massachusetts Institute of Techonolgy (MIT), en Boston, colocó en la muñeca de un estudiante universitario de 19 años un sensor electrodérmico para medir la actividad eléctrica de su cerebro las 24 horas durante una semana. El experimento dio un resultado inesperado: la actividad cerebral del estudiante cuando atendía en una clase magistral era la misma que cuando veía la televisión, prácticamente nula. Así se comprobó que el modelo pedagógico basado en un alumno como receptor pasivo no funciona.

Siguiendo esta línea, Anna Forés, profesora de la facultad de Educación de la Universidad de Barcelona y coautora del libro Neuromitos en educación, enumera falsas creencias que fueron puestas en evidencia tras la realización de investigaciones neurocientíficas.

Algunos neuromitos

Utilizamos solo el 10% de nuestro cerebro: La neurociencia ha demostrado que en la realización de tareas utilizamos el 100% de nuestro cerebro. Para ello, tecnologías como la resonancia magnética han ayudado a determinar que incluso cuando dormimos todas las partes de nuestro cerebro presentan algún nivel de actividad.

Escuchar la música de Mozart mejora nuestro aprendizaje: Aunque la formación musical implica un mayor rendimiento cognitivo, no necesariamente se debe centrar en una pieza de música clásica.

La consagración del “efecto Mozart” pareció llegar con el artículo “Musical and spatial task performance”, publicado en Nature en 1993 y realizado por investigadores del Centro de Neurobiología del Aprendizaje y la Memoria de la Universidad de California. Tras un experimento de cinco días con estudiantes de secundaria, sugirieron que escuchar a Mozart “organiza la actividad de las neuronas en la corteza cerebral, reforzando los procesos creativos y la concentración”. Sus conclusiones fueron malinterpretadas y simplificadas por políticos estadounidenses y por parte de la comunidad educativa.

Este texto es un extracto de uno más extenso publicado recientemente en el diario El País, de España, cuya versión completa puede leerse aquí.